Ensayo Sobre Creatividad III: Funcionalidad
Cuando de función se habla nos remontamos al concepto de que determinado objeto –por mencionar algo- debe cumplir de manera satisfactoria con su propósito con el que fue concebido. Sin embargo, en el ámbito de las profesiones creativas la funcionalidad, es solo la base para el resto del trabajo, si bien se dice que la funcionalidad lo es todo. En palabras de afamado arquitecto Louis Sullivan; ‘La forma sigue a la función’, que básicamente quiere decir, que la forma debe obedecer o está condicionada completamente por la función del objeto, y no al revés, en el funcionalismo dogmático de la escuela Bauhaus esto es precisamente un dogma un pilar en el diseño moderno, pero solo un pilar no sostiene una construcción.
Cuando alguien se empeña en despojar a los objetos, marcas, logos, etc.
de los componentes ajenos a la función, se despoja al mismo tiempo de gran parte de la identidad del
objeto
Sin embargo existe una posibilidad de que esta
premisa esté -no errada, sino más bien- incompleta, pues si nos limitáramos al
simple hecho de cumplir con el propósito de tal o cual objeto, diseño, etc.,
las profesiones creativas no tendrían mucha creatividad en su haber, pues el objetivo de una empresa de
este tipo es precisamente encontrar la funcionalidad de las cosas y añadir un
valor estético, atractivo, un agregado que añada, poder o fuerza a la función
primaria. Veamos el caso de la tipografía, si tomamos como función el propósito
específico para el que la escritura vio la luz, veríamos que ese propósito es
simple y llanamente el dar forma gráfica al lenguaje. Entonces, ¿por qué
existen hoy en día tantas formas y variantes
tipográficas, si el fin primordial es el
ya mencionado? Precisamente para cumplir o cubrir otras funciones que han ido
surgiendo a través de la historia del lenguaje, ligados a los medios de escritura,
los medios de producción y medios de visualización como los monitores. Pero aun
así, ya existen cuantas soluciones posibles
como necesidades nos podamos plantear, lo que resulta en dejar la función
como componente base o fundamental, pero no como el ‘todo’.
Otro ejemplo es visible en el diseño de autos: la función
de un automóvil es básicamente el desplazarnos grandes distancias en tiempos
cortos, cumpliendo ese propósito, el diseño de la carrocería añade un valor de función
extra al ser aerodinámica por ejemplo, siendo su fin el optimizar el gasto de gasolina
y disminuir la resistencia del aire. Sin embargo el color, las texturas, los
acabados y otros detalles que enriquecen
el diseño son conceptos puramente
estéticos y de gusto y no influyen en la función primordial, pero sí en niveles de propósito más superficiales,
como la decisión de compra por ejemplo, niveles
que solo importan en ámbitos estéticos y
de gusto. Si se hicieran estudios para clasificar, identificar, catalogar y
asignar la correcta solución 100 por ciento funcional para cada caso específico de diseño con variantes
leves de acuerdo a necesidades específicas, no habría porque seguir creyendo o
necesitando o requiriendo que el profesional de diseño fuera creativo, si no s
bien más bien un experto en detección y solución de problemas gráficos, industrial,
etc. de acuerdo a un manual o guía de diseño, sin embargo, no es así. La función
es el pan y la creatividad e innovación el betún y la cereza que juntos forman
un pastel que puede resultar apetitoso o no. Así que como seres humanos tenemos
la necesidad de adornar nuestro entorno, de hacer que el lugar donde nos
desenvolvemos donde habitamos o trabajamos, sea
agradable a nuestra vista y cómodo, de esa misma forma adornamos la función
de un objeto tal con cualidades estéticas, de gusto y de elección que no
cumplen otra función que la de llenar nuestras necesidades estéticas. Y eso es
lo bellos de ser humano, el tener una herramienta como la creatividad para
transformar el mundo y crear cosas que
no solo cumplan un propósito, sino que lo hagan con gracia.
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