La Criatura en la Ventana
Está ahí,
mirando por una rendija, por ese espacio que dejaste entre la pared y la cortina.
Yo tampoco quisiera creerlo, también quisiera no estar seguro muy en el fondo
de que eso me está mirando. Yo también me repito que ese rastro de vapor
condensado en la ventana es debido al
calor del interior; pero no es así. Ese
ruido en la ventana… también me repito que es un gato corriendo allá afuera,
que es la rama de un árbol movida por el viento, que es la madera hinchada por la humedad o el metal expandiéndose a
causa del calor; pero es mentira, mi conciencia me dice que está mirándome,
observando, pensando o esperando no se qué. La pesadez de esa mirada es como
una aguja oxidada y vibrante clavándose en
mi nuca o a través del rabillo de mi ojo.
¿Cuál de esas tétricas sombras que veo en la pared de mi habitación pertenece a la criatura? ¿Cuál de esos sonidos tenebrosos proviene de ese repulsivo ser? Sé que es la criatura que me mira en las noches cuando me voy a la cama pensando en cosas siniestras, sé que es ella la que clava sus ojos en las cobijas cuando me cubro la cabeza con ellas imaginando que me protegen de alguna estúpida manera. La percibo cuando los gatos se ponen inquietos dentro de la habitación, cuando los perros ladran al aire mirando los muros y chillan en la oscuridad.
En ocasiones casi puedo sentir una de sus
extremidades, acercándose a mi hombro o tratando de acariciar mi cabello, casi
puedo sentir su aliento detrás de mí en esas noches en que la lluvia arrecia y
la luz de las bombillas se extingue enmascarando el nauseabundo sonido de su
arrastre con el sonido de los truenos, escondiéndose en los rincones oscuros
más inaccesibles para no ser expuesta por la luz de los rayos. Me resguardo en
una esquina, escudándome con una linterna cuya batería se terminaría
en cualquier momento, tontamente imaginado que la luz de ese pequeño cilindro
podría protegerme de la criatura si llegase a revelarla.
Quisiera sentirme seguro en el día, pero a la criatura no le importa eso, estoy consciente de que encuentra lugares para resguardarse en algún sitio, por eso a veces temo asomarme debajo de la cama aún siendo plena la tarde porque de pronto siento su olor y su aliento salir de ahí abajo.
Quisiera sentirme seguro en el día, pero a la criatura no le importa eso, estoy consciente de que encuentra lugares para resguardarse en algún sitio, por eso a veces temo asomarme debajo de la cama aún siendo plena la tarde porque de pronto siento su olor y su aliento salir de ahí abajo.
En otras
ocasiones el sonido de lo que parecieran ser pliegues húmedos de piel -o lo que
sea que la cubre- desplazándose sobre el suelo y unos sobre otros de pronto se
escuchan, me repito vez tras vez que es el sonido de algún animal comiendo o el
de mi propia saliva.
De pronto
un olor amargo y aceitoso mezclado con podredumbre me flagela la nariz, no
quiero voltear a la ventana porque me cruzaré con su mirada, con sus ojos... o con
su ojo. La tensión me invade, la mórbida sensación de querer voltear
para confirmar que no hay nada se apodera lentamente de mí, pero el terror visceral
de toparme con ella no me lo permite.
No voltees a ese lugar, porque está ahí, no
“podría”, lo está. Tengo la certeza de que te mira como me mira, no voltees y
ruega como yo ruego que en un momento incauto en que tu mente vacila; no poses dócilmente los ojos en la ventana.
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