El Testamento de la Locura
No se va ella en ningún momento, aunque en
un principio no fue así. Cuando todo comenzó de hecho ni siquiera le conocía.
Escribía a menudo y en ocasiones admito que en semanas enteras inclusive tal
vez hasta meses mis manos no tomaban una pluma, ni una tecla, ni un lápiz,
pero el ansia de descargar lo que mi mente fabricaba terminaba haciéndome escribir
días enteros al grado de descuidar mi aseo, mi alimentación y hasta mi descanso.
Sé que este será el último escrito que redacte, pues lo que después escriba ya
no será completamente lo que mi mente sana conciba, pues la locura está empeñada
en dejar un legado a través de mí, no sé cuál sea el motivo para haberme
escogido, o tal vez dentro de la poca razón que me queda tontamente quiero hacerme creer que soy especial
de alguna manera para darme algún tipo de consuelo, porque no quiero ser igual
a los demás, desde siempre me negué a serlo, pero he intentado tanto lograrlo
que probablemente terminaré siendo solamente un loco más, alguien a quien todos
olvidarán, alguien quien se perdió irremediablemente en un mundo
ficticio que se creó para sí mismo, dentro del cual criaturas espectrales y tétricos
seres bailan con él bajo la luz de la luna siniestra y lo llevan de paseo a
lugares tenebrosos bajo la luz de antorchas hechas con cabello.
No quiero dejar de escribir hasta que todo
lo que está dentro de mi cabeza salga, quiero dejar una constancia de lo último
que albergó mi cerebro sano, quiero que alguien más pueda leer las cosas, ideas
o pensamientos que danzaban en mi cabeza antes de caer en la completa locura
para que si de alguna manera –si se diese el caso- me mirasen unos ojos
compasivos pudieran sintieran al menos algo de lastima por lo que alguna vez fui, por
lo que alguna vez mi mente fue, lo que mi consciencia ejecutó en su correcto
funcionamiento.
Así quisiera que fuera, que mientras cada
uno de mis dedos golpea con certera puntería cada una de las teclas un poco del
ser que soy ahora se vaciara sobre cada caracter y entrara a la mente del que ahora
o lee, que cada una de las palabras que mis manos generan activaran símbolos en
otras consciencias y escucharan mi voz dentro de sus cráneos cual si fuese un
susurro del que alguna vez fui contándoles lo que la sustancia de mis pensamientos era.
Esas y más ideas discurren por cada una
de mi neuronas, por cada uno de los caminos que generan las conexiones entre
ellas, dentro de los cuales, en algún recóndito lugar se encuentra mi ser incorpóreo,
lo que se puede llamar el “Yo”, pero sé que la locura poco a poco se desparrama
como la tinta en el agua a través de estas conexiones, cada vez que erijo un
pensamiento la locura lo derrumba, cada vez que construyo un idea la locura la
tergiversa, cuando imagino criaturas fantásticas y personajes de fantasía la
locura los degenera, los vuelve entes, espectros y seres repugnantes que me
alteran… que poco a poco se comen mi razón… y qué mejor forma tiene la locura de saber lo que me repugna y
aterra que escarbando en las más hondas cavidades de mi ser, de mi mente; entrando y penetrando hasta lo más profundo del “yo” y presentando ante mí los productos mentales más aterradores, descabellados,
enfermos y repugnantes.
No sé cuándo me hizo presa, recuerdo haber
visto una sombra sobre mi hombro, una sombra de día bajo la luz del astro
diurno, pero la ignoré, estaba ahí haciéndose grande, serpenteando y retorciéndose,
la dejé, fue -creo- el primer indicio de mi degeneración porque me causaba miedo
y asco pero no reparé en ella ni hice un mínimo esfuerzo por apartarla; era como
una enorme y asquerosa cucaracha caminando sobre mi rostro, reptando sobre mi
nariz y mordiendo mis parpados, y no me importaba, sabía de alguna manera que
sólo yo la percibía, una sombra insinuante que me susurraba cosas al oído, que
hacía desear cometer los actos más impuros y vergonzosos, que me incitaba a
actuar perversamente y que me aconsejaba la manera más factible de llevar a cabo
actividades que yo mismo sabía que eran moralmente no solo incorrectas sino repulsivas.
Llegaba al grado tal de imaginar las más sádicas muertes de personas al azar,
conocidos, amigos, bellas mujeres e incluso de mí mismo y algunas apreciadas
mascotas.
Probablemente mi deseo de escribir lo que
el resto de mi mente vagamente sana piense quedará en el olvido, desearía
escribir de bellos mundos, de hermosos sentimientos, de recuerdos dulces, de cómo
el sol tiñe de un bello tono cobrizo lo cúmulos nubosos por la tarde, del gracioso danzar de los copos de nieve entre la
luz invernal o de la ligera pelusa de los álamos deslizándose suavemente en el
terso viento de primavera. Pero no, mis dedos se mueven y no puedo escribir lo
que yo desearía escribir sobre este papel, solo escribo lo que ella me dice, lo
que ella mi susurra… ¿o son ellas y ellos? No sé a cuál de todas esas voces
hacerle caso y quisiera poder elegir una para escuchar, poder agudizar mi oído y
saber con claridad qué dice al menos una de ellas, pero no lo logro, sólo
escucho montones y montones de ideas al mismo tiempo peleando por atención,
todas al mismo tiempo. No sé qué es realmente lo que al final de este escrito
habré dicho, pero estoy seguro de que de alguna manera la locura se las ha
ingeniado para que cada una de las palabras que aquí están escritas sean como
un susurro subconsciente en la mente de todos y cada uno de aquellos que lean
estas letras. De alguna manera cada idea y pensamiento aquí escrito son de ella,
son palabras pronunciadas por ella, porque sabe perfectamente que para el cerebro
no hay diferencia alguna entre leer y
hablar, sabe muy bien que leer esto es exactamente lo mismo que pronunciarlo
dentro de los pensamientos o con la lengua.
Juro que mis intenciones en el principio
fueron siempre dejar un testamento con lo más bello y entrañable de mi mente
sana, pero lo hizo de nuevo, aprovechó el que mis miembros se pusieran en
movimiento y se apoderó de mí. Esta aquí justo a mi lado susurrando y
maldiciendo, la degeneración total está a punto de corromperme, ya no queda
mucho de mí, y lo único que pude dejar como testamento al mundo fue un escrito
lleno de perversidad, degeneración y frustración, nada más que el
testamento mismo de mi locura…
S.E.C.C.
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